domingo, 26 de junio de 2011

LIBRO

Sentado en la cumbre de los vientos, mientras los caracolillos del aire recorren mi cara, me estiro en la hierba con mi fiel libro compañero. Estoy descansando y permitiendo que la naturaleza inunde mis sentidos viendo como las nubes atareadas desplazan sus enormes cuerpos por el cielo azul. Me incorporo y acaricio las tapas de piel de ese manuscrito que me acompaña desde la niñez. No tiene título. Es uno y todos. Aquellos compañeros de viaje y noches insomnes que me han hecho soñar y crecer sin titubeos, con la seguridad de la cultura y los conocimientos. He tenido pesadillas de hogueras inquisitoriales quemando miles de libros prohibidos por el fanatismo del hombre o cientos de termitas devorando sus hojas en bibliotecas maltrechas y abandonadas. Abramos un libro y penetremos en el mundo de nunca jamás, en los olimpos de los dioses o en las casas ajenas del costumbrismo. Viajemos en barcos piratas, aviones de guerra o carrozas decimonónicas. Besemos a la antigua, flirteemos con decoro y sintamos realismos mágicos que provocan cosquillas en nuestro corazón. Este es mi pequeño homenaje a mis libros y es que no estoy loco porque sueño gracias a ellos.

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