lunes, 19 de diciembre de 2011

NIEVE

Esperando, cauto, el blanco manto que presagia la Navidad. Las luces inermitentes de la calle crean la magia de la felicidad, mientras en casa el abeto de plástico contempla desde la ventana el vaivén de transeuntes embolsados y encajados. El ruido de fondo de la televisión asegura la llegada de la nieve, hoy, en plena Nochebuena. Voy al armario a coger las guirnaldas y adornos que decorarán mi solitaria vida un año más. Una bola plateada cae al suelo y se aloja en un rincón, entre el polvo de viejos recuerdos familiares y alegres. Los años se han llevado el regocijo paternal, la inocencia de la niñez, la parsimonia de los abuelos. Mi casa no huele a cena, los fogones están atorados, no hay comensales en mi mesa. Dejo de nuevo la caja en el suelo. Mañana, que es Navidad, pondré en la puerta algo de muérdago para que los vecinos se besen debajo de él. A contraluz veo manchas que se reflejan en la pared. Es la nieve. Blanca y casta, pura y fugaz. No durará mucho, la brisa del mar la derretirá, pero mientras dure el espectáculo, apoyaré mi frente en el cristal mientras mordisqueo el rancio turrón del pasado año. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

CRISIS

El mundo se derrumba. No hay salvación. Las luchas intestinas entre el poder y el pueblo han llegado a su fin. La indignación y la rabia han acabado con la especie humana. La deuda y el débito para con el poder y el dinero, nos han convertido en seres fríos y calculadores que matan por placer. El compañerismo de tiempos pasados se convierte en egoísmo egocentrista anodino y pusilánime. Nuestras cuentas bancarias reducen ceros en pos de la imposición. Me veo sentando en una callejuela esperando la sopa con mi bote de latón mientras los mandamases enervan la bandera del capitalismo rancio paseándose en sus landós con sus sombreros de copa. La crisis nos invade, nos llena de telarañas el corazón y las entrañas. Nos empuja a la destrucción propia gracias a los vapores del alcohol y otras sustancias que nos llevan a torres de marfil llenas de narcotizantes realidades. Unos paisajes del alma que hacen descansar nuestra mente cavilante que no cesa de discurrir para conseguir el pan del mañana. Espero un plato caliente de la filantropía de antiguos ricos porque la sociedad ha perdido el espíritu de rebeldía. Somos marionetas de la opulencia y de las finanzas. Solo nos queda el lamento, solo nos queda la muerte.

jueves, 1 de diciembre de 2011

MALTRATO

Acurrucada en la esquina del pasillo, aterida de frío, descalza sobre el terrazo, me abrazo esperando su vuelta. Mi mirada contempla el dibujo del estucado de una pared llena de grietas macilentas que el paso del tiempo ha ensuciado con el sudor de su cuerpo. Recojo los retales de ropa y de vida que he dejado en el suelo, humillada y entregada a la vileza del hombre llamado esposo. Disimulo con maquillajes de mercadillo cardenales y fechorías de la opulencia masculina mientras mis lágrimas empañan los recuerdos de felicidad pasada. Mi vagina herida por la ferocidad de la saeta oxidada de sucios burdeles de quien se erigió como amante eterno, está reseca y podrida quien sabe de qué. Sé que él no es malo,  se que son esos polvos blancos que a veces limpio del baño o quizás esas botellas de coñac que apura con avidez cuando viene de la obra... Estoy confundida, no sé que sentir, ya nunca más podré amar, no quiero amar. Camino hacia el sofá y al incorporme mi costillar se queja de aquel golpe certero. Enciendo mi último cigarrillo. Son las dos de la tarde. Hoy me he revelado. No he hecho la comida...ya sé lo que me espera. Da igual. Me resigno. Me entrego a la muerte. Soy tuya. Te doy mi vida.