jueves, 24 de marzo de 2011

AZUL

El azul del cielo y el mar se mezclan en un tono imposible de diferenciar esta mañana de mi vida. Salgo al balcón y el fragor del océano llena mis pulmones mientras mis ojos azules lloran desconsolados la necesidad de un tacto perdido. Triste azul y doloroso añil de llantos familiares, azules oscuros de trajes chaqueta, azul lavabo de escondites íntimos. Los días son largos sin ti, necesito saber que ocurrió y nadie puede explicármelo. Eras feliz, compartíamos los latidos de nuestro corazón y esa sonrisa tan nuestra. ¿Por qué lo hiciste?. No fuiste capaz de decirme un adiós en una nota. ¿Tanto daño querías hacerme?. Mi culpa inunda cada minuto en un sinfín de castigos y mutilaciones que laceran mis pensamientos. No quería coger el teléfono cuando sonó. Me despertó su timbre y tuve miedo. ¿Crees que te puedo perdonar?. Aprovechaste un viaje de empresa para decidir acabar contigo misma. ¿Sabes lo que es reconocer un cuerpo que se ha lanzado al vacío?. Por eso me estoy llenando de azul porque su frialdad me hará ver la vida de otra manera. Me voy a la ducha y voy a pasar un día más en pie. Seguiré luchando con mis fantasmas. Todo es por ahora, azul oscuro casi negro.

sábado, 19 de marzo de 2011

FIESTA

Entre la humanidad de este espacio cerrado esparzo mis mejores movimientos en busca del rito del apareamiento. Geles, cremas y perfumes se funden en un elixir superficial que envuelve la atmósfera entre hielos secos, rayos y brillos de espejo. Relucen los mejores atavíos y los afeites más ostentosos de los entregados a los ritmos vacilantes de las tendencias comerciales. Como un halcón oteo una nueva víctima, a poder ser, rubia, estilizada, minimalista. Cogida a una copa, una bella náyade hace oscilar su cuerpo alrededor de un pequeño vestido rojo a conjunto con sus carnosos labios de carmín enfurecido. En trance místico y cercana al extasis teresiano, abre sus enormes ojos y me mira, rapaz y entregada, mientras se mesa automáticamente su hermosa melena. Entre murmullos y roces me acerco, rígido y sonriente, para atacar a mi presa. Sin contemplaciones, la tomo del brazo, la miro fijamente y sin mediar palabra, la beso, empujando mi lengua hacia la seda de su boca. Noto como sus piernas se aflojan y mi pene hormiguea inquieto. Seguro que ella está húmeda. Nos separamos y nos miramos. Momento para el coche, la cama y el sexo... Ella es mi novia de hace cinco años y estos son nuestros juegos. ¿Te apuntas a mi fiesta?.

jueves, 10 de marzo de 2011

TORSO

Abrazado a mi almohada solitaria despierto con miedo a no encontrarte. Extiendo la mano y solo palpo el algodón de la sábana, frío y húmedo. Quisiera chocar con la dulzura de tu cabello, ensortijado por la naturaleza. Quisiera apoyar la mano en tu torso y jugar con tu vello mientras reclino mi cabeza sobre tu hombro. Me gustaría hacerte confidencias al oído mientras tú sonríes con la seguridad de tu belleza. Pero hoy no hay nadie. Mejor decir no hay nada. La cama está vacía, la casa está vacía, yo estoy vacío. Entregado al amor de la madurez, con tesón y desesperación, he pagado mi deuda. Juventud indómita que hace cabalgar a tus corceles en busca de sus semejantes abandonando la senectud y la experiencia. Te fuiste queriéndome con toda el alma pero huíste de una fisonomía que día a día envejecía. Enorgullecido de tu veintena henchías tu torso como un gallo de pelea en busca de la lucha sexual que yo te propugnaba. Solo me quedan los recuerdos, tus marcas en mí, tu voz lánguida. Cierro los ojos. Déjame acariciar por última vez tu pecho, déjame sentir que aún soy hombre, déjame ser tu torso. (Texto aportado por Carlos Mesa, gracias).

miércoles, 2 de marzo de 2011

CALOR

El sol radiante amenaza un día más con su sofocante calor. Demasiados días de sudores vacuos y sensaciones húmedas. Los ánimos desfallecen entre los viandantes mientras orondas señoras airean sus cuerpos con abanicos de saldo. Tengo la impresión de que la gente está malhumorada y me mira mal. Quizás esta mañana no me he peinado. No, creo que es el calor que no da tregua desde hace dos meses. Bien pensado, una buena pelea no estaría mal para aplacar mi irritación. Pero mi buena voluntad frena a ese demonio interior y decido tomar algo fresco. Bajo una ampulosa sombrilla aparece el camarero que arqueando sus cejas me pregunta por la consumición. Indeciso por la premura no sé que contestarle. Enfadado me plantea la clara dicotomía de consumir o de irme. Es perfecto. Solo me faltaba esto. Me levanto, tiro su bandeja y con un puñetazo certero le rompo la nariz mientras noto como mis axilas transpiran de felicidad. Inconsciente lo abandono. No entiendo que ha pasado. Será el calor. O no.