martes, 27 de septiembre de 2011

TEMPLO

El sol languidece entre tus grandes columnas, testimonio de celebraciones y piras funerarias. Un bosque hipóstilo de sensaciones en forma de éntasis que recorre la cela de las deidades, espacio infranqueable por el vulgo y agasajado por cariátides sustentadoras y pléyades virginales. Dioses terroríficos de poder olímpico destructores de humanos entregados a la devoción y a los placeres terrenales. Metopas, triglifos, entablamentos. Decoraciones hercúleas de sacrificios y procesiones de dioses en carros tirados por majestuosos caballos de pelo ondulado, escorzos de héroes tocados con plúmbeas corazas sobre apolíneos cuerpos desnudos. Cánones estudiados sobre falsas perspectivas desordenadas de dramáticas consecuencias escultóricas. Vasijas decantadas en su ubicación con figuras rojas etéreas y llenas de ropajes húmedos al son de la lira. Arcaicos seres mitológicos que sobrevuelan nuestras mentes humanistas y que se reflejan con su grandeza en el templo griego, paradigma de la perfección clásica, espacio perfecto de sacrificio, compendio de leyes de gravedad. Me apoyo en uno de tus fustes y noto el latir de los siglos por tus acanaladuras como la savia de un árbol milenario. Yo también quiero ser templo.

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