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Naranjas de la China, naranja naranjera, naranja veraniega. El frescor del zumo y de las vitaminas llenan mi cuerpo y mi espíritu veraniego. Se acercan los días de asueto y de colorido, atardeceres anaranjados, mangos y melocotones, alegría vacacional entre toallas y aftersun. Pareos volátiles, sensaciones solares, reflejos de barcos ociosos y paellas al lado del mar. Gambas, langostas, mariscos infinitos que decoran las mesas de los chiringuitos. La felicidad es naranja, un color de vida y yo quiero verlo todo con un velo de esa tonalidad. No quiero caer en el anodino amarillo ni el violento rojo, me quedo en un mundo propio, marciano, hecho a mi medida. Desde la terraza del balcón me ilusiono con un nuevo día, sé que no tengo que hacer nada y nada me preocupa. Tostadas, mantequilla, mermelada y naranjas. Muchas naranjas, necesito energía para esta mañana ser más persona, para perdonar mis pecados, para hacer feliz a quien me quiere. No quiero naranjas sanguinas, quiero vivir. Felicidad.