domingo, 10 de octubre de 2010

LLUVIA

¡Qué insistencia en caer!. ¿Quién tiene derecho a ser molestado por las gotas?. Hoy repican en el alfeizar de mi alma mientras me acostumbro a la oscuridad tormentosa de una nueva mañana. Cúmulos de nubes vaporizan sus incorpóreas formas para rociarnos con agua y quien sabe si con guijarros arrancados de las rocas. La potencia y la fuerza natural del relámpago azota mi castigada espalda por las humedades que predicen la lluvia. Ecos, truenos, tambores de guerra que acercan su maquinaria pesada y quejumbrosa sobre mi frágil techo.
No hay ruido. Abro las puertas.
Entra lluvia en mí y mójame para que mi corazón se ablande. Haz que renazcan raíces de felicidad de nuevo para poder amar. Entregado al placer de las sensaciones cruzo mis manos sobre mi pecho. No soporto tantos ríos de vida en mi interior. No estoy acostumbrado a vivir ya. Soy ese tubérculo enterrado en áridas tierras esperando a ser arrancado con fuerza y dolor.
Desnudo y sin hábito, miro en contrapicado las gotas de lluvia al caer. ¿Será demasiado tarde para empezar de nuevo?. No. Abro mi boca y el agua penetra en mi cuerpo. Noto mi piel convertida en agua y cada vez soy menos yo. Me desplazo por la tierra como los afluentes que buscan el mar y me convierto en líquido. Ya no soy nadie, soy oxígeno, soy hidrógeno, soy oceano y descanso en paz.

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