miércoles, 3 de agosto de 2011

VIOLETA

Azul y rojo se mezclan en una sinfonía de matices en el atardecer de nuestras vidas. Cogidos de la mano, paseando por la playa del adiós y entre refulgencias del sol mortecino, contemplo tu mirada. Extraños ojos violetas, copia exacta de bellas actrices hollywoodienses, que el tiempo han hecho decaer entre arrugas y patas de gallo. Nos sentamos entre caracolas y piedras de tonos liláceos cinceladas por el mar en su romper impertérrito en la costa. En tu solapa luce una violeta imperial, evocadora de operetas y cantos de contratenor, que deja su aroma cada vez que beso tu mejilla fría y suave. Quizás sea mi último paseo contigo, amor. Mis pasos son cada vez más lentos y penosos porque mi corazón enfermo no bombea con fuerza. Mi corazón violeta, mis pies hinchados, mi alma triste. Voy a estirarme sobre la arena a tu lado, estoy un poco mareado. Miro mis dedos a contraluz y las puntas son como cardenales: ya no me llega el oxígeno al cerebro y empiezo a olvidar cosas. Reposa en mi hombro, cariño, que quiero dormir un ratito. Oigo el mar, ahora ya casi marengo, mientras noto como algo se rompe en mi pecho. No hay dolor, no hay llanto, solo paz. Mi último suspiro. Te quiero.

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