sábado, 6 de agosto de 2011

VACACIONES

Tragín de maletas por los pasillos. Emociones a flor de piel entre cremas solares. Búsqueda imparable de la paz multitudinaria. Ha llegado el verano y los días vacacionales envuelven imaginaciones paradisíacas y huídas hacia la felicidad. El reloj de la oficina implacable retarda el paso de las horas mientras los primeros sudores presagian playas límpidas y palmeras de diseño. Las paredes grises se tornan cielos azules y despejados entre parajes perdidos. Falta poco para pasear tranquilamente, sin mirar el tiempo, tomando refrescos y helados bajo las sombras de los árboles. Olores exóticas y miradas cómplices entre el cúmulo mortal del asueto. Es seis de agosto, sábado, hora de la siesta. Me he dormido encima de mi mesa de trabajo. Menos mal que el vigilante está de vacaciones. He soñado algo... Otro año más. No tengo vacaciones. Aquí no existen. Levantarse, caminar, comer, trabajar, cenar y dormir. Una rutina que llevo desde hacer cinco años. Me quedan cinco más. Me levanto y miro por la ventana de barrotes el cielo raso de plena canícula. Algún día haré vacaciones. Mientras tanto, reclusión.

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