viernes, 29 de julio de 2011

CARTÓN

El cielo nocturno cae un día más sobre mí. El rocío moja las calles, las hojas de los árboles y ese cartón ajado y mustio que soporta cada noche mi cuerpo. Un cuerpo antaño bello, musculado, elaborado con un metódico cincel de rutinas aeróbicas controladas. Ahora, una capa de suciedad recubre todas sus partes porque no soy nadie. Un jirón en medio de la ciudad, un saco al que golpear en plena borrachera adolescente, un bulto sin acuse de recibo. Aterido de frío y humedad paso cada día envuelto en papel de diario que no leo porque ya no estoy en la sociedad. Una botella de vino químico acompaña mis desdichas y mis penas que arrebatan cada día más neuronas a mi cerebro. Apenas puedo articular una palabra, tengo la lengua embotada. Fui brillante, querido, obsequiado y admirado. Fui el dios en el Olimpo de las finanzas y de los tiburones vestidos de corbata. Lo tuve todo y a la vez nada: era vacuo. Vivía de cara a la galería mientras mi interior se vaciaba como una muñeca hinchable rota. Pero un buen día perdí mi casa, mi coche y mi alma en un renuncio de soberbia, mientras las drogas se estaban aposentando en mi espíritu. Caí en los infiernos fríos de la noche madrileña y sigo recogiendo las auroras que cada mañana acompañan mis esputos. ¿Alguien puede darme un cartón nuevo?.

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