domingo, 17 de julio de 2011

CÁRCEL

Sentado sobre un camastro hollado por cuerpos infectos de maldad reposa mi alma mientras los retazos del alba entran entre los barrotes llenos de herrumbre de esta maldita cárcel. Mis huesos notan las manchas de humedad que entumecen el yeso de las paredes como hemorragias sin control. Cucarachas y chinches se revuelcan entre los cúmulos de podredumbre que crecen sin resuello en los rincones de la celda. Dos metros cuadrados de suciedad y malos augurios mientras resuenan los ecos de patios interiores y de galerías aledañas. Por enésima vez en cinco minutos me estiro sobre las sábanas raídas y manchadas para intentar pensar, mientras mi nariz se llena del olor a orines que despide mi ropa de preso. Hace dos meses que no veo una ducha y el lavabo que tengo a un palmo rebosa de porquería. Da igual.
¿En qué pensabas cuando la mataste?. ¿Creías que por estar en un país árabe te ibas a librar de esta inmundicia?. Soy la cárcel y te voy a dejar encerrado aquí hasta que te pudras y tus propios gusanos vomiten la maldad que recorren tus venas.

Me incorporo y pienso si algún día saldré. Espero que sí, porque mi misión en el mundo es seguir matando. Noto un hormigueo en mis testículos. Es el placer de matar.

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