sábado, 12 de febrero de 2011

CAZA

El sudor recorre mi espalda. Mis pupilas dilatadas se mueven enloquecidas buscando una salida. Mi corazón se desboca al oír ladridos lejanos. Sé que tengo que correr pero el espejo follaje no me deja escapar. La hiedra ha enraizado entre mis piernas y no puedo moverme. Los cazadores jalean a sus canes para que persigan mi rastro. En un esfuerzo titánico rompo mis vínculos con la naturaleza y huyo hacia delante en busca de la salvación. Las ramas de los árboles asaetean mi rostro y mis brazos conviertiéndome en mártir de mi propia desgracia. Oigo mi respiración entrecortada y algún graznido de un pájaro asustado ante mi desbocada presencia. Un disparo y unas carcajadas retruenan en el bosque. Sé que no tengo escapatoria pero no me dejaré vencer. Mis pies se enredan y caigo al suelo. Un extraño sonido seco suena en mi pierna y un dolor lacerante recorre mi espina dorsal. Estoy perdido. Mi pie no responde y baila por sí solo la danza de la muerte. Me postro exhausto entre los humedos helechos del sotobosque a la espera. Se acercan. Noto su presencia. Ladridos y vítores de triunfo; alientos caninos. Solo espero el tiro de gracia. Rendición.

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