martes, 25 de enero de 2011

SELVA

Vida vertical. Busca del sol. Lucha de seres en la maleza. Sonidos extraños no reconocibles. Susurros entre las hojas. Humedades creadoras de líquenes y musgos. Serenidad de gotas de lluvia estancadas. Microcosmos, microclima, microbios. De pronto, un silbido. Un ataque rápido, preciso. El dolor atenaza mi cuello. Brillos magenta y verde se remueven en mi visión lateral. El veneno mortal paraliza mis músculos faciales. No puedo gritar. Boqueo en busca de aire. Despierto sudoroso en la selva que es mi cama: sábanas, libros, sueños. Es solo una pesadilla. Son las 7 de la mañana. Oigo el tráfico filtrarse por mi ventana. Hoy no voy a ducharme. Necesito que el sudor selvático cree una capa inmune contra el día que se avecina. No soporto más este tedio. Me veo ante mi edificio de oficinas vertical. Brilla el sol. Todos luchan por coger el ascensor, entre ellos yo. Oigo ruídos mecánicos. La gente habla en voz baja. Salgo en mi oficina y la humedad del aire acondicionado golpea mi cara. Sé lo que voy a hacer y gotas de sudor recorren mi espalda. Mi trabajo, 30º centígrados, estornudo de rabia. Estoy ante la puerta del director, rebuzna. Entro, implacable. Le clavo el punzon en la garganta. Ve su sangre imparable mientras me aflojo mi corbata verde. Cae al suelo, se está muriendo. No puede gritar. Al fin respiro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario