jueves, 14 de octubre de 2010

MAR

Testimonio de naufragios colectivos y personales. Mensajes en botellas imperecederas transportadoras de misivas alarmistas. Espumas blancas de delicado encaje que rampantes acarician la tierra azotada. Matices de azules que se embravecen por el toque del viento...
Sentado en la orilla del mar noto los primeros rayos de sol que tímidos aparecen tras la aurora benevolente, portadores de nuevos presagios. Contemplo el vaivén del pleamar, olas yermas que luchan para acariciar mis pies arrugados y húmedos. Mis manos, hundidas en la arena mojada deja marcas de estrellas de mar pasajeras, mientras admiro tu grandeza, oh mar de confines simpar, titán de barcos y naos conquistadoras, remanso de paz para la muerte, espacio de vida para tus habitantes.
Rojos, naranjas y amarillos decoran mi piel. Rompe la mañana con su fragor y yo, al ralente, me pregunto como será ser agua. Mi cuerpo prueba con unas lágrimas que quedas caen sin rumbo por mi rostro ajado y sucio. Surcos de pequeños ríos recorren mis mejillas indolentes para perderse en mi boca. Agua salada. Noto agua salada en mis labios. ¿Seré yo el mar?.
¡Padre!, estoy perdido... Tómame. Deja que me funda contigo, que baile en tu vigoroso torso, que nade en posición fetal.
Me levanto. Camino inexorablemente hacia ti. El sudor de mi alma se funde contigo. Soy agua, soy mar. Cada vez soy menos yo y más tú. Sé que mi cuerpo se rebela.
Padre, deja que contemple un segundo más la luz del sol. Deja que mi último recuerdo sólido sea unas lágrimas de emoción y felicidad. Silencio infinito. Paz interior. Al fin, soy mar.

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