martes, 26 de octubre de 2010

ASFIXIA

Mi mundo se derrumba. Noto una presión constante en mi pecho. Definitivamente no puedo respirar. El pánico se apodera de mis pulmones y cierra sus vías de acceso.
No tengo nada en la vida. No soy útil a la sociedad. No quiero familia. Sólo busco una salida de emergencia a un mundo donde yo sea el protagonista de excepción. Donde sea vitoreado por ser yo mismo. Donde pueda respirar.
Embutido en mi traje de calle, paseo inane entre el tumulto humano de la gran ciudad. Vahos y humos surgidos de vidas errabundas que se entrechocan sin mirarse a la cara. Raudas carreras en pos de máquinas diabólicas que nos llevan a los campos de concentración del trabajo.
Clic. El sonido del ascensor. Décima planta a la desidia. Clic. Se abren las puertas. Ascensor al cadalso. Caras aburridas de sonrisas caídas. Pantallas con vistas al infierno numérico. Ruge el ser supremo desde su lacado despacho. Oigo mi nombre entre sombras oníricas. Oprimo más mi cuello con el nudo doble de mi corbata. Campanadas a muerto repican en mi mente. Me falta el aire. Desfallezco. Asfixia.

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