martes, 11 de septiembre de 2012

RETRATO

Humedades lagrimales restallan sobre el cristal mate de tu retrato. Marco que enmarca tu efigie serena y sincera, de mirada desafiante pero límpida, de nariz presencial afilada sobre una boca entreabierta, muda, oquedad de voz profunda llena de verdades y bellas palabras de consuelo. Ese pelo impertinente que tanto atusé en privado por miedo al que dirán y que ahora ralo descansa dentro de un sudario. Mi alma se rompe cuando pienso que nunca más podré decirte tanto como te quiero. Mi corazón de luto solo ve la negrura del abismo al que me sumo día a día, eclipse total de todos mis sentimientos perdidos en el fondo de mi mente. Vapores de antidepresivos que activan mi serotonina durante segundos efímeros de felicidad que de tornasolados se convierten en lodos grises. No puedo resistir tu falta, no puedo llorar más, no quiero acariciar más tu retrato. Caes al suelo. Sonido de cristales rotos, trozos de ti que se incrustan en mis pies descalzos. Al fondo del pasillo está la solución. Un lavabo. Un armario. Una cuchilla. Cierro la puerta de mi vida.

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