martes, 18 de septiembre de 2012

BANDERA

Símbolo de fragores patrios, bella y exultante en lo alto del mástil, sucia y raída entre campos de batalla. Hombres y mujeres muriendo por sus colores, confortando su corazón en la izada entre himnos de milicias históricas, acariciando su tacto en manifestaciones multitudinarias. La humanidad necesita creer, no solo en ídolos, sino en enseñas de autoconfirmación. Mientras recalcitrantes poderes bélicos se emocionan ante su grandeza, madres noqueadas por la muerte de sus hijos en guerras invocan su estulticia. Éstas no entienden de fervor, solo sienten dolor. Territorios de convivencia, diplomacias agradecidas entre fronteras de tiralíneas, globalidad mal entendida, hambre en el llamado tercer mundo. Banderas que acogen diferencias, ondeando en satélites y planetas lejanos y que nunca dejarán de estar presentes entre los llamados héroes con sus féretros envueltos entre barras, estrellas y escudos. Arriemos la bandera del egoísmo. Seamos simplemente vida.

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