lunes, 19 de diciembre de 2011

NIEVE

Esperando, cauto, el blanco manto que presagia la Navidad. Las luces inermitentes de la calle crean la magia de la felicidad, mientras en casa el abeto de plástico contempla desde la ventana el vaivén de transeuntes embolsados y encajados. El ruido de fondo de la televisión asegura la llegada de la nieve, hoy, en plena Nochebuena. Voy al armario a coger las guirnaldas y adornos que decorarán mi solitaria vida un año más. Una bola plateada cae al suelo y se aloja en un rincón, entre el polvo de viejos recuerdos familiares y alegres. Los años se han llevado el regocijo paternal, la inocencia de la niñez, la parsimonia de los abuelos. Mi casa no huele a cena, los fogones están atorados, no hay comensales en mi mesa. Dejo de nuevo la caja en el suelo. Mañana, que es Navidad, pondré en la puerta algo de muérdago para que los vecinos se besen debajo de él. A contraluz veo manchas que se reflejan en la pared. Es la nieve. Blanca y casta, pura y fugaz. No durará mucho, la brisa del mar la derretirá, pero mientras dure el espectáculo, apoyaré mi frente en el cristal mientras mordisqueo el rancio turrón del pasado año. 

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