lunes, 9 de abril de 2012

SILENCIO

Encerrado, aislado, mudo. Solo cuatro paredes blancas e inmaculadas son testimonio de mi silencio absoluto, genuino, abisal. Acolchado en un mundo de algodones prefabricados sobre muros sin cantos, no hay salida para el momento final. Perdí el habla, desconecté del espacio-tiempo, no hay comunicación. Pronunciaba, decía, declamaba y nadie me escuchaba. Sandeces persicopédicas regeneradoras de sensaciones auditivas perdidas en los ecos de mi vida. Hace un año que decidí entumecer mi lengua y dejarla pegada al paladar. Mis palabras sinceras hirieron a quienes más quería. La gente no quiere escuchar verdades solo fantasías animadas y voces celestiales. Mi locuacidad me llevó a la soledad más pura e infinita. El silencio formó parte de la banda sonora de cada día hasta que empecé a oír voces que me hacían reír desbocadamente, graciosas, ágiles. Estuve riendo dos días sin parar hasta que conecté de nuevo con mi celda. Tras un portazo de hierro y cerradura me di cuenta que nada sería igual. Pertenecía al rango perturbado de los seres solitarios y silenciosos que no entienden la compañía. Parece que de nuevo oigo algo. Sí, es mi mejor amigo. El silencio.