miércoles, 23 de noviembre de 2011

RELOJ

Sabio de tiempos inciertos, usurpador de momentos tranquilos con tu sonido insistente, presencia corpórea de lujosos salones, fugacidad en estado pulsante. Controlar nuestros momentos, saber cuando llega el alba, ignorar tu curso cuando la felicidad se muestra, observarte de reojo en tediosas tardes de oficina. Tú eres el culpable de la rapidez, del miedo, de la vejez, de la muerte. Una ansiedad en forma de pulsera que llevamos sujeta a nuestras muñecas. disimulada por los diferentes colores de tus fabricantes. Te hacen atractivo para que sucumbamos a tus deseos, que mediaticemos nuestra vida alrededor de tu aureola mística. Analógico, digital. nuclear, solar. Te nos presentas de infinitas maneras con una sola finalidad: marcar el tiempo. Un tiempo que se escapa a borbotones de nuestras manos, una hora, un minuto y un segundo más tarde del devenir de nuestras vidas, un momento que hace envejecer tu piel, tu pelo. Nadie es enterrado con un reloj. ¿Para qué?. La muerte solo entiende de muerte y viene con guadaña, no con reloj, porque es la eternidad. Tienes todo el tiempo del inframundo o del paraíso celestial para poder hacer lo que no te dejó hacer tu tiempo de vida. Una nada que no lleva reloj. Por eso siempre quiero llevar uno... para sentirme vivo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

MÚSICA

Aritmética auditiva. Arte total de formas sinuosas y efímeras. Conjunción de talentos solistas aplicados a instrumentos milenarios. Belleza de partituras que acaricio frente al viejo piano. Sonoridades afinadas con el punto de perfección exigido. Ecos lejanos de tardes campestres. Naturaleza en movimiento de timbales y trinos. Mi vida ha sido música sin ejecutar. Me he envuelto en ella durante horas de asueto, de estudio, de rabia. Clásica, étnica, actual. He llorado, he bailado, he gritado, he dormido con ella. Pero sobretodo me ha enseñado. No estoy loco por que te escuchaba. Cuando mi casa era un panegírico de estridencias sonabas de fondo. Compañía infinita de duermevelas, amante matinal entre afeites, colega urbanita de paseos en gris, amiga íntima de mi soledad. Notas descerrajadas en radios estereofónicas, auriculares emisores de golpes matéricos, altavoces triunfales ante la bajeza del bajo. Somos música. Mi corazón es una corchea. Mi mente se mantiene en sostenido esperando una nueva melodía. Te escucho. Te siento. Música es.

domingo, 6 de noviembre de 2011

VIENTO

La mañana se arrastra entre hojas y papeles. Los arboles saludan con la majestuosidad de los faraones tus terribles embites. Después de meses de calma, de días solariegos de verano, tu presencia hace temblar los cimientos de la naturaleza. Racheado, golpeando, en forma de brisa, paseas tu invisiblidad entre ramas, cementos y coches. Magnificencia de rotos oleajes en puertos del olvido, sensaciones de dureza sobre cuellos expuestos a la temperancia metereológica, susurros en los oídos de transeuntes impacientes. Abro las ventanas del hogar y dejo que entre tu presencia para que transpiren las paredes, para que la humedad arranque su vuelo, para ventilar sábanas impregnadas de presencias humanas. Cuando te enfureces, asustado, escucho tu silbido aterrador, tu grito de héroe que destroza lo material, dejándonos el alma en vilo y postrada a tus pies. Pero hoy, paseo por la orilla del mar y te muestras cauto, sensual, erógeno. Acompañado del sol tu presencia es agradable, juguetona, besando cada parte de mi piel sin permiso. Te siento cerca. Me hacía falta una caricia.

martes, 1 de noviembre de 2011

PADRE

Los años me llevan a olvidar tu rostro, pero mi mente lucha por recordar tus ojos grises. Envuelto en la alegría del día a día del trabajo, con las únicas ilusiones del sacrificio paternal como meta y esa lucha diaria por llevar una casa rota... Recuerdo los olores del campo, del espliego y el romero, cuando tu día festivo lo dedicabas cogido de mi mano a pasear entre moras y caracoles, almendras y espárragos. Qué poco te conocí y cuanto tiempo le diste a ese ente llamado trabajo. Cuántos sentimientos encerrados en ese cuerpo gracioso, sensible y preparado para recibir los embites de la vida. Los años pasaron y tu corazón se fue marchitando. Una isquemia. Dicen que solo lo tienen aquellos que alojan un gran corazón y de tan grande que se hace en el pecho, desfallece. No fue un proceso fácil: los ahogos, el cansancio, las escaleras. Intenté quitarte esa roca pero no pude. Me dijiste hasta luego en aquella sala de pruebas y nunca más pude contemplar tus ojos, te dejaste ir y me dejaste aquí, con una pena honda en el alma. Pero quiero decirte, que te quiero con toda mi alma y que algún día te daré el abrazo que no pude darte. Dejadme que diga la palabra padre por última vez. Padre. Papá.