lunes, 22 de agosto de 2011

HÁBITO

Con todos los sentimientos caídos a mis pies y enfangada mi alma, resurge en mí la luz perdida de infinitos fracasos cotidianos. El egoísmo de los míos, los amores perdidos, el odio de la sociedad han convertido mi casa en una celda. Desnudo en ella, con la simple compañía de un gorrión peregrino y el tornasol de las ventanas del bloque de enfrente, retomo un nuevo día a la espera de la inspiración. Un rayo protector que entre en mi cubículo frío y redentor, entre actos de contricción y salmodias que surgen de mis labios con la fuerza de un volcán. Siento misericordia de mi cuerpo cada vez más apergaminado y necesito cubrirlo como demostración de mi pudor y mi entrega al infinito. De saco y con soga de esparto recojo entre asperezas mi hábito. Levanto mis brazos para que recubra mi cuerpo entre rozaduras y eczemas. Lija que suaviza mis dudas y mis quebrantos. Cubierto con él me siento fuerte y para aseverar mi convicción recubro mi cintura con la cuerda que algún día utilizaré para mi propia horca. Solo me falta la fe. Cuando llegue quizás sea tarde, pero mientras voy a descansar. Dormición. Espero.

jueves, 11 de agosto de 2011

ABRAZO

No puedo recordarlo bien. Mi hipotálamo siente algo lejano. Solo sé que nadie me ha abrazado como tú. Los años han endurecido mi piel con el dolor de la muerte. Cuando me tocabas mi piel se erizaba, pero desde tu último abrazo, nadie más lo ha hecho. Guardé tu última caricia para mí y no la compartí con nadie más. La vida me ha llevado a una soledad yerma de orgasmos secos e impotencias, porque tú ya no podías tocarme. No sé si ahora podré de nuevo notar tu cuerpo entre mis brazos. La luz se ha apagado. Silencio. Más silencio. Como en un tren de alta velocidad asciendo, me elevo de manera tumultuosa para recibir toda la fuerza de la vida. Y al final estás tú, sonriendo, mágico, esplendoroso, con los brazos abiertos. Soy todo fuerza, soy feliz. Caigo entre tus brazos y mi alma explota en un mundo de colores, una sinfonía de sentidos. ¡Cuanto echaba de menos tu abrazo!. Nadie nos separará, ¿verdad?. Estaremos abrazados en la eternidad, para siempre, amor.

sábado, 6 de agosto de 2011

VACACIONES

Tragín de maletas por los pasillos. Emociones a flor de piel entre cremas solares. Búsqueda imparable de la paz multitudinaria. Ha llegado el verano y los días vacacionales envuelven imaginaciones paradisíacas y huídas hacia la felicidad. El reloj de la oficina implacable retarda el paso de las horas mientras los primeros sudores presagian playas límpidas y palmeras de diseño. Las paredes grises se tornan cielos azules y despejados entre parajes perdidos. Falta poco para pasear tranquilamente, sin mirar el tiempo, tomando refrescos y helados bajo las sombras de los árboles. Olores exóticas y miradas cómplices entre el cúmulo mortal del asueto. Es seis de agosto, sábado, hora de la siesta. Me he dormido encima de mi mesa de trabajo. Menos mal que el vigilante está de vacaciones. He soñado algo... Otro año más. No tengo vacaciones. Aquí no existen. Levantarse, caminar, comer, trabajar, cenar y dormir. Una rutina que llevo desde hacer cinco años. Me quedan cinco más. Me levanto y miro por la ventana de barrotes el cielo raso de plena canícula. Algún día haré vacaciones. Mientras tanto, reclusión.

miércoles, 3 de agosto de 2011

VIOLETA

Azul y rojo se mezclan en una sinfonía de matices en el atardecer de nuestras vidas. Cogidos de la mano, paseando por la playa del adiós y entre refulgencias del sol mortecino, contemplo tu mirada. Extraños ojos violetas, copia exacta de bellas actrices hollywoodienses, que el tiempo han hecho decaer entre arrugas y patas de gallo. Nos sentamos entre caracolas y piedras de tonos liláceos cinceladas por el mar en su romper impertérrito en la costa. En tu solapa luce una violeta imperial, evocadora de operetas y cantos de contratenor, que deja su aroma cada vez que beso tu mejilla fría y suave. Quizás sea mi último paseo contigo, amor. Mis pasos son cada vez más lentos y penosos porque mi corazón enfermo no bombea con fuerza. Mi corazón violeta, mis pies hinchados, mi alma triste. Voy a estirarme sobre la arena a tu lado, estoy un poco mareado. Miro mis dedos a contraluz y las puntas son como cardenales: ya no me llega el oxígeno al cerebro y empiezo a olvidar cosas. Reposa en mi hombro, cariño, que quiero dormir un ratito. Oigo el mar, ahora ya casi marengo, mientras noto como algo se rompe en mi pecho. No hay dolor, no hay llanto, solo paz. Mi último suspiro. Te quiero.