domingo, 22 de mayo de 2011

RUMBO

Perdido en un mundo que nos rodea, acosado por el consumismo y el odio, busco mi rumbo. Zombis callejeros que pasean por aceras prefabricadas en busca de trabajo precario y comida congelada, seres que buscan compañías banales para un rato de ocio, títeres de una política bipolar y paranoica. Hace tiempo que no sé donde estoy. Me levanto y no sé para qué. Me lavo la cara para recibir las bofetadas de la agresividad capitalista. Como para acolchar los nervios en mi delicado estómago. Lucho para no poder pagar un alquiler ridículo. No sé que pasará mañana. El esfuerzo ya no es necesario: no hay resultados. La desidia se ha instalado en el corazón del desarrollo y el sentimiento de culpa se apodera de los ciudadanos que son perseguidos por la usura o por las fuerzas de estados hundidos. Hoy me he puesto de nuevo en pie, pero tengo una causa: gritar en silencio, aplaudir agitando mis manos, manifestar ante todos mi repulsa por lo que aún nos espera. Quiero vivir. Vivamos juntos. (A la plataforma 15-M).

miércoles, 18 de mayo de 2011

HORIZONTE

La línea mágica que separa lo terrenal y lo místico está fragmentada por mis lágrimas. Las fuerzas flaquean en mi corazón y siento como el fragor de un nuevo sol acaricia mi piel. Sentado, solo y perdido, entre granos de arena en la playa de la incertidumbre, miro cansado a ese horizonte del amor, de la vida y del trabajo. Un amor imposible porque nadie me entiende, ni yo mismo sé que quiero. Una vida que seguro será corta por mi enfermedad del corazón y un trabajo que perdí ayer mismo por desidia y aburrimiento. No sé porque llevo aún esta corbata que me produce urticaria en el cuello y en el alma, no sé como he llegado a esta playa del olvido, no sé como regresar a casa ni con que cara mirarme en el espejo. Necesito descansar... pero mientras hago castillos de arena con mi pensamiento ocupando mi mente. Dejad que en mi último día de vida contemple la majestuosidad del sol, su belleza inherente. Noto las llaves de mi coche en el bolsillo. Miro las curvas de la carretera de montaña de mi izquierda. Huelo en prefiguración a humo y gasolina. Me levanto y me sacudo la arena. He tomado una decisión. Lo voy a hacer y hasta que llegue el fin no dejaré de mirar al horizonte.

miércoles, 4 de mayo de 2011

PARED

Dos pájaros sucios y oscuros desgañitan sus gargantas en un intento de hacer llegar la primavera, colocados encima de la pared. El yeso ha creado una capa gris mezclando agua y contaminación. Una ventana, testimonio de luces nocturnas y oscuridades yermas, mantiene triunfal, sus cristales rotos por la acción de inocentes manos infantiles. La modernidad viene dada por los esprais de los grafiteros que han dibujado una enorme mosca verde aposentada en una enorme deposición. Frente a esa pared, la pared de mis últimos treinta años de vida, evoco los recuerdos paternos, la inocencia de la niñez, los tormentos de la adolescencia y esa primera madurez que contempla como en un segundo ha pasado toda una vida. Las frías máquinas gubernamentales han derruído el alma de mi casa para crear un centro comercial. Cariño versus neón, besos contra palomitas, familia ante el consumo. Nunca más podré traspasar esa puerta y decir "hola", porque ya no hay puerta, porque ya no tengo padres, porque he de irme. Los pájaros siguen su diálogo mientras me observan indecisos. Emprenden el vuelo. Yo también he de hacerlo.